lunes, 6 de marzo de 2017

Chimichurri No son como nosotros 10

Mariví habló con Roberto y le dijo que se dejaran ver juntos, para acallar las habladurías que pudieran surgir por la nueva situación de la pareja, y siguiendo su consejo comenzaron a dar paseos por las tardes y comenzaron a ser vistos con frecuencia, en sitios concurridos como el malecon del rio, el parque de la carballeira - robledal - donde había bancos y mesas para merendar, y a veces llegaban hasta la iglesia dando la vuelta de regreso en el crucero. Algunas veces, al terminar su paseo se sentaban a tomar algún refresco en la terracita del bar del pueblo y allí  eran saludados por la gente que pasaba. Y así al cabo del tiempo sus convecinos se mostraron comprensivos con la nueva vida de Roberto y su pareja, que era acorde con los tiempos que vivimos.


  Quien no comprendió lo que había ocurrido fue el médico del pueblo, que no acababa de explicarse el amancebamiento de Roberto con la despampanante María Gabriela. Achacaba ese misterio a la complementariedad que el ser humano encuentra en su pareja. Y así el médico, en el casino del pueblo, aprovechaba para dar conferencias sobre este tema en las tertulias que se produjeron a raíz de que María Gabriela se fuera a vivir a la casa de Roberto, y entre el arrastro y el fallo con triunfos * tute, explicaba a los que jugaban con él los cafés a una partida de cartas, que si no se parecían en nada los novios, a la larga se beneficiarían obteniendo el uno del otro lo que a cada uno le faltaba.

Cuando las zarzas, madre e hija, fueron por recetas de sus medicinas, el medico les preguntó como era la vida de María Gabriela en la casa, cuando estuvo viviendo con ellas cuidándolas. Las zarzas se mantuvieron impertérritas, como dos águilas después de comer, a las preguntas del medico. Al cabo de un buen rato dando rodeos se rindió, y después de rellenarles las recetas para sus medicinas, les preguntó si necesitaban alguna cosa más.

 La tía abuela dio un respingo en la silla y carraspeó; entonces le contó como su madre  decía haber visto por las noches al diablo en forma de mujer, con zapatos de tacones altos y vestido exclusivamente con una chaqueta de cuero ceñida a su cuerpo femenino; no se atrevía a salir de su habitación por las noches, para ir al servicio y se levantaba por las mañanas con fuertes dolores de vejiga. El médico, después de escuchar contar atentamente los delirios de la anciana le recetó a mayores un jarabe y unas vitaminas, y quedaron en que volverían a la consulta al cabo dos semanas para ver si había mejoría.
Al cabo de diez días las ancianas volvieron de nuevo por la consulta. El medico volvió de nuevo a insistir para ver si de esta dejaban escapar alguna cosa, con el fin de reavivar sus conferencias en las tertulias

- ¡Pero has fallado con triunfos el as de bastos y tenías bastos!

por que el tema, desde los paseos de la pareja habia bajadno de interes en las tertulias.



 Finalmente la tía abuela explicó como su madre fue dejando de  tener visiones nocturnas

- Seguramente era culpa de las arepas fritas que cenaban con frecuencia, cuando Maria Gabriela les cuidaba.








mvf. 

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