jueves, 6 de noviembre de 2014

La vida natural 2



Cuando llegaron al lugar de la la iglesia, el párroco se dirigió a la casa, sin prestarle ninguna atención; daba por hecho que cada cual sabía el cometido que le había dado dios en este mundo y el de las ovejas era comer los tallos crecidos y dejar el lugar limpio de hierba.

 Después de pararse, los animales siguieron con su vista al párroco hasta que desapareció, al entrar en la casa; entonces al verse que quedaban solas entre tanta hierba que crecida al albedrío; puestas en situación, sin más dilación, mientras el perro, amodorrado por el calor del verano, se estiraba y bostezaba, las ovejas empezaron a hacerse una composición mental del lugar en el que estaban, y la hierba que había entre la iglesia, la casa del cura y el cementerio; se miraron entre si, para ver como se iba a hacer, y comunicandose con la mirada, trazaron el siguiente plan: primero empezarían a devorar los tallos de hierba alrededor de las piedras del pórtico de entrada de la iglesia; luego continuarían por el pequeño terreno que separaba el lateral del edificio de la vivienda del señor cura, pues el otro lado estaba separado del muro del cementerio por unas losas grandes, que en otro tiempo habían tenido inscripciones, donde descansaban los huesos de difuntos desconocidos, y no eran muy dadas a sorpresas;  y para el final dejarían la parte posterior de la iglesia, por donde se vertían las aguas del tejado, por que al dar sombra era el sitio más húmedo y la hierba estaba más crecida y verdosa. Esa parte era la mejor para las horas de la tarde cuando apretaba el calor.



Cuando las ovejas empezaron a morder ceremoniosamente la hierba, que crecía en el pórtico, por respeto algún muerto anónimo que descansaba su cuerpo bajo la tierra a la entrada de la Iglesia,
 el perro se apartó para tirarse encima de una losa, bajo la sombra del campanario, y continuar desde allí su labor vigilante.
Abrió su boca en un largo bostezo, sacando su lengua fuera, en un arco tenso, y se tumbó en el suelo; descansando su cabeza sobre sus patas delanteras, extendidas sobre la piedra; no tardó en cerrar sus ojos.

Todo así, se esperaba que este fuera un apacible día sin ninguna sorpresa.

Ese día el párroco se sentó a comer también antes de tiempo. Esto no significó ningún trastorno para la señora que lo atendía simplemente toda la costumbre de la casa se había adelantado con el madrugon del sr cura. Al terminar de comer se fue a su habitación para echar una siesta y recuperar el sueño de la noche pasada; pero no tardó en despertarse sobresaltado por un deseo insospechado, que ya no recordaba, y por lo que se había levantado temprano, casi sin dormir.

Las contras de las ventanas de madera de la habitación estaban apenas abiertas dejando solo pasar un haz de luz.

Rezó el rosario; sus labios empezaron a mascullar un murmullo imperceptible mientras transcurría el tiempo.

- Deseo, deseo ... vete ya

Pero el deseo no desaparecía.
Entonces se levantó y se aseó. Había decidido hacer una visita a las vecinas de latinoamerica; que estaban estos días en la casa de unas tías, hermanas de su abuela materna, para conocer sus raíces gallegas; y con ellas rezar por los antepasados y por las penurias de este mundo.

El perro abrió sus ojos, al oir cerrarse la puerta de la rectoral, y siguió con la mirada la dirección que tomaba el párroco, hasta desaparecer de la vista, al llegar donde el camino de la iglesia se encontraba con la carretera. 



mvf

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