martes, 22 de octubre de 2013

Sonata para Elisa.

Anocheció con luna llena. El aire frío de la noche bajaba de la montaña, para golpearnos en la cara, mientras que la hierba que nos rodea se restriega contra nuestras piernas, animada por el viento. Entre las sombras se ve un campo recién segado, con los montones de hierba que los segadores fueron apilando para secar al sol durante el dia; la silueta de un roble centenario recortada sobre el contraluz del claro de Luna, desde el que se oye el ulular de un ave nocturna. Y atrapada en la oscuridad, la casa grande de los señores rurales gallegos.
A través de los cristales de la casa se ven las luces encendidas, y se vislumbra la imagen del cuerpo de algunas personas que se mueven en el interior.
Dentro de la casa alguien toca el piano, y unas personas, sentadas frente a ella, escuchan atentamente la música que suena. El salón está iluminado con candelabros de plata y mientras la gente no pierde atención de los movimientos del pianista, Abelarda, conteniendo la respiración para no hacer ruido, sirve el té a los señores de la casa y sus importantes amistades venidas de la capital. Llegaron por la mañana para pedirle a Don Sebastián que diera un escarmiento de una vez; porque desde Coruña, pidieron por carta a don Agustín una contribución para la bandera de la falange y don Agustín les ha enviado una saya negra y raída.
La música es la sonata para Elisa de Beethoven; y el pianista hace correr sus manos sobre el teclado, mientras sonríe a la anfitriona.  Elisa, la mujer de Don Sebastián, está distraída de las miradas que se le hacen al galope sobre las notas. Su instinto le dice que esa música no se compuso para ninguna Elisa y aborrece cuanto hay a su alrededor; y a su marido, que la ha traído a vivir el campo, y maldice el tiempo que lleva tratando de darle un hijo.
Mientras tanto Don Sebastián, indiferente a los pensamientos de su esposa, es el único que se fija en Abelarda, sirviendo el te; y cuando esta se retira, con la bandeja de plata y la tetera de porcelana ya vacía, se dice para si - voy a meter un niño entre las piernas de esa niña.



mvf.

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