martes, 15 de enero de 2013

El perro 14


Ocurre en los pueblos que la vida transcurre apaciblemente sin que pasen apenas incidentes, y las personas miden el tiempo con la costumbre de que a este día o aquella semana, o a tal o a cual hora, ocurra esto o aquello.

De repente suenan los bocinazos de un coche en la calle y … atento oido. Con los bocinazos se anuncia la llegada del panadero, el cartero, el pescadero, los de la chatarra comprando colchones viejos de lana u otros enseres que han devenido inútiles con el paso del tiempo, o que acaba de llegar mi padre, o la protesta del vehículo de algún desconocido, porque se ha encontrado en su camino que alguien ha dejado el coche aparcado en la calle, frente a su casa.

Nosotras, las mujeres, que somos más inteligentes que los hombres, no solo sabíamos quien era quien, al oir el bocinazo en la calle, sino que teníamos la bolsa y la lista preparada para salir a la calle con la bolsa y la bata para cada caso.

Bocinazos y maullidos de gatos. Es el marido de Ligia, la hermana de Thelma, que acaba de parar al otro lado de la carretera, con la furgoneta del pescado; y toca la bocina del coche repetidas veces. Tiene prisa en acabar la ruta para regresar a casa.

Mi madre me dejó la nota en la mesa de la cocina, cuando ella y mi padre marcharon a enterarse de no sé que problema con un viaje a altamar y la compra que había que hacer de la imagen de un San Antonio milagrero - cojo la nota y salgó a la calle con mi bata color rosa Porriño,  para comprar pescado.

Esperando  a la cola de la furgoneta mi vista se pierde por el camino y veo, tumbado en medio de la carretera, un perro viejo, de esos que  apartados de la sombra se pegan en el asfalto y se ponen a contar horas sin que pase nada.

- El perro estaba impertérrito, indolente, ahuecado, parecía una piel pegada en la carretera de la que asomaba una cabeza, viendo con sus ojos como la gente que esperaba su turno para comprar el pescado, había irrumpido la monotonía del momento. 


Nada ocurre por que si. El estado de desidia en que se encontraba el animal, me hizo reflexionar sobre como pasaba la vida ante mis ojos sin que yo hiciera nada al respecto. Como todos saben, excepto Quasimodo, nuestro destino es el estar unidos para siempre. Aunque a veces pienso que él lo sabe y está aprovechando sus años de soltería, mirando para otras chicas que no son para él. Algo que jamás le permitiré después.
  Y mientras él disfruta, una misma, sin ansia de protagonismo, deja pasar el tiempo sin que nuestro destino, indiferente, haga ningún tipo de movimiento en forma de encuentros accidentales, tropezones fortuitos, casualidades inesperadas ... para que nuestras vidas se junten definitivamente


- Es tanto, Marise -  me dijo el marido de Ligia, esperando que le pagase, después de entregarme la bolsa con el pescado de la nota de mi madre.


Pagué y regresé para casa. Era el momento de tomar las riendas de la situación y poner algo de acción en el destino de Quasimodo y yo, o me vería en la misma situación que el animal.

Dejé el pescado en el fregadero de la cocina. Y fui directamente a otra parte de la casa, donde está el tendedero, para quitar una de las cuerdas en las que mi madre colgaba la ropa. La ropa podía esperar; era una oportunidad inesperada y no tenía mucho tiempo para actuar. Volví a salir a la calle y mientras me acercaba al perro, con mi bata de los días de pescado y la cuerda enrollada en la mano, miraba para los lados haciéndome la despistada, para ver si había algún testigo en la calle.

- El perro sin despegar el cuerpo del suelo de la carretera miraba como marise se le acercaba con su bata de color rosa porriño.

Y cuando llegué junto a él le hice un lazo al cuello con la cuerda del tendedero, y el animalito se levantó fieramente con un largo bostezo. No parecía muy molesto porque le hubiera arrancado de su trabajo vocacional, al contrario empezó a mover la cola, feliz por haber llamado la atención de alguien, 

Tiré de el, y los dos marchamos en dirección al ayuntamiento .


- El perro, al ver el abundante cuerpo de Marise, dio por seguro que sus días de penurias habían terminado. 
 
 
 
 
mvf.
 
 

 

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